A pesar que Mario Vargas Llosa promueve la aceptación de la
marihuana en los países de Sudamérica para eliminar al narcotráfico y la
delincuencia, las bases en las que afirma su juicio con respaldo de la
legalización en países europeos, carece de fundamentos al trasladar esta ley a
un continente americano con gustos, formas, costumbres y maneras de pensar
distintos. Una polémica que el escritor peruano va desencadenando en toda latinoamerica y que ha traído más de un comentario en contra de sus declaraciones.
La política represiva que Mario Vargas Llosa afirma que no funciona, no está mal fundamentada por los países que se oponen al consumo, que haya una mala plantiación de la ley no significa que el método que utiliza el gobierno no sirva para erradicar a el narcotráfico.
Si el narcotráfico ha encontrado gran acogida en latinoamericana no es por la política represiva, si no porque las propias personas entre adolescentes, jóvenes y adultos son los que alimentan a este circulo vicioso.
La bases a cambiar no solo deben ser en el ámbito legislativo, gran parte de la culpa de este negocio se debe a la falta de empleos, oportunidades laborales, que buscan en la venta ilegal un modo de vida para subsistir en un país que se vuelve indiferente con la pobreza.
Lo económico debe ir de la mano con un cambio social y más de fondo con la educación. Emplear buenos valores, abriendo el panorama a opciones distintas de vivir, concientizando y discerniendo lo malo de lo bueno, será de gran ayuda en un futuro no tan lejano para evitar el consumismo y por consecuente la venta.
Un país democrático se basa en los derechos humanos del hombre, pero cuanto se atenta contra la propia integridad o salud del mismo, el Estado o el Gobierno de turno tiene el deber de hacer su parte para evitar que sus ciudadanos sean afectados, como ocurriría con las drogas.
La intromisión en las decisiones del hombre por parte del Estado, como las que hace en el consumo de drogas, no debe tomarse como una “encubierta dictadura”, pues existe la ley de protección a los demás ciudadanos y la ingesta de drogas o consumo de ellas perjudica también al entorno que no desea estar involucrado.
El libre albedrío y la propuesta de dejar en manos de las personas la elección del consumo no hacen más que presentarles la tentación de un mal que no trae buenas consecuencias.
El modelo de ley que sugiere no podrá tener los mismos resultados que se ven en ciertos países europeos, pues ellos no se encuentran en las circunstancias económicas, políticas, sociales o circunstanciales que afecta a Latinoamérica gracias a un capitalismo forzador y dominante que no permite la prosperación de una nación.
Legalizarla no parará con la producción ilegal ni la distribución, por el contrario los mismos narcotraficantes buscaran incrementar su mercado pero esta vez sin tener miedo a la restricción del Estado.
Vargas LLosa dice que el narcotráfico es un mal que crece cancerosamente. ¿Entonces cuál es el propósito de darle libertades y aceptaciones para entrar a una vía legal? Personas sin escrúpulos seguirán haciendo de sus anchas con o sin consentimiento, lo que cambiaría es que les dejaríamos el camino más fácil.
La política represiva que Mario Vargas Llosa afirma que no funciona, no está mal fundamentada por los países que se oponen al consumo, que haya una mala plantiación de la ley no significa que el método que utiliza el gobierno no sirva para erradicar a el narcotráfico.
Si el narcotráfico ha encontrado gran acogida en latinoamericana no es por la política represiva, si no porque las propias personas entre adolescentes, jóvenes y adultos son los que alimentan a este circulo vicioso.
La bases a cambiar no solo deben ser en el ámbito legislativo, gran parte de la culpa de este negocio se debe a la falta de empleos, oportunidades laborales, que buscan en la venta ilegal un modo de vida para subsistir en un país que se vuelve indiferente con la pobreza.
Lo económico debe ir de la mano con un cambio social y más de fondo con la educación. Emplear buenos valores, abriendo el panorama a opciones distintas de vivir, concientizando y discerniendo lo malo de lo bueno, será de gran ayuda en un futuro no tan lejano para evitar el consumismo y por consecuente la venta.
Un país democrático se basa en los derechos humanos del hombre, pero cuanto se atenta contra la propia integridad o salud del mismo, el Estado o el Gobierno de turno tiene el deber de hacer su parte para evitar que sus ciudadanos sean afectados, como ocurriría con las drogas.
La intromisión en las decisiones del hombre por parte del Estado, como las que hace en el consumo de drogas, no debe tomarse como una “encubierta dictadura”, pues existe la ley de protección a los demás ciudadanos y la ingesta de drogas o consumo de ellas perjudica también al entorno que no desea estar involucrado.
El libre albedrío y la propuesta de dejar en manos de las personas la elección del consumo no hacen más que presentarles la tentación de un mal que no trae buenas consecuencias.
El modelo de ley que sugiere no podrá tener los mismos resultados que se ven en ciertos países europeos, pues ellos no se encuentran en las circunstancias económicas, políticas, sociales o circunstanciales que afecta a Latinoamérica gracias a un capitalismo forzador y dominante que no permite la prosperación de una nación.
Legalizarla no parará con la producción ilegal ni la distribución, por el contrario los mismos narcotraficantes buscaran incrementar su mercado pero esta vez sin tener miedo a la restricción del Estado.
Vargas LLosa dice que el narcotráfico es un mal que crece cancerosamente. ¿Entonces cuál es el propósito de darle libertades y aceptaciones para entrar a una vía legal? Personas sin escrúpulos seguirán haciendo de sus anchas con o sin consentimiento, lo que cambiaría es que les dejaríamos el camino más fácil.
Si una persona entra a un supermercado o a una tienda de barrio y ve una cajetilla de porros de
marihuana o ve un sobre de cocaína que tiene una marca en el mercado, verá reflejado a millones de familias que perdieron sus
vidas, niños que fueron arrancados de los brazos de sus padres, hogares
destruidos, pueblos invadidos, asaltados y quemados, hombres y mujeres inocentes víctimas de este mal
corrosivo.
Poderosas razones para discrepar con el Premio Nobel de Literatura. Libertad y libertinaje no pueden ir de la mano y menos si está es guiada por un vicio. Hoy digamos no al consumo, no a la venta, !No a la legalización!
Poderosas razones para discrepar con el Premio Nobel de Literatura. Libertad y libertinaje no pueden ir de la mano y menos si está es guiada por un vicio. Hoy digamos no al consumo, no a la venta, !No a la legalización!